La Iglesia Católica se prepara para uno de los momentos más solemnes y decisivos en su historia contemporánea. Este martes comenzó, en la Ciudad del Vaticano, el Cónclave para elegir al nuevo líder espiritual de más de 1.400 millones de católicos en el mundo. La elección se realiza tras la muerte del Papa Francisco el pasado 21 de abril.

Se trata del primer cónclave que se celebra tras el fallecimiento de un pontífice desde 2005, cuando la muerte de Juan Pablo II llevó a la elección de Benedicto XVI. En 2013, el cónclave que eligió a Francisco fue convocado debido a la renuncia de su predecesor.

Cómo funciona el Cónclave

El término “Cónclave”, popularizado recientemente por la película homónima nominada al Óscar en 2024, proviene del latín cum clave, que significa “con llave”, en referencia al encierro estricto que deben guardar los cardenales durante el proceso de elección.

Se celebra en la Capilla Sixtina, donde 133 cardenales menores de 80 años (los únicos con derecho a voto según el derecho canónico) deliberan y votan hasta alcanzar un consenso. Para que un candidato sea elegido, debe obtener al menos dos tercios de los votos.

En el primer día se realiza una votación por la tarde. A partir del segundo día, los cardenales votan dos veces por la mañana y dos veces por la tarde. Si tras tres días no hay consenso, se hace una pausa de hasta un día para oración y reflexión. Aun así, los expertos no prevén que el proceso se extienda más de lo habitual.

Máxima reserva y tradición

El proceso se lleva a cabo bajo estrictas medidas de secreto. Se prohíbe cualquier tipo de comunicación externa, y se inspecciona la Capilla Sixtina para asegurar que no haya dispositivos de grabación o transmisión. Este nivel de confidencialidad busca proteger la independencia del voto frente a presiones políticas o externas, subrayando el carácter espiritual del evento.

Tras la elección, el nuevo pontífice es llevado a la llamada “Sala de las Lágrimas”, donde viste por primera vez la sotana blanca. Luego, el cardenal protodiácono anuncia al mundo desde el balcón de la Basílica de San Pedro: “Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam” (“Les anuncio una gran alegría: tenemos Papa”).

El mundo ahora observa con atención el humo que saldrá de la chimenea de la Capilla Sixtina. El humo negro indicará que no hay resultado. El blanco, que un nuevo Papa ha sido elegido.